Para reducir la movilización de reservas corporales, y así minimizar el balance energético negativo, la vaca lechera es suplementada diariamente con raciones ricas en carbohidratos rápidamente fermentecibles (azúcares, almidón) las cuales, en exceso, desbalanceadas en fibra y/o suministradas sin un adecuado acostumbramiento, pueden inducir acidosis ruminal (AR), un trastorno digestivo normalmente conocido como “empacho”.
Si bien la vaca “fresca” (≤ 30 días postparto) es la categoría más susceptible a este desorden nutricional, también se reportan muchos casos de AR cuando la vaca alcanza su máximo nivel de consumo voluntario de alimento. Así, el riesgo de que el ganado lechero sufra AR está restringido, generalmente, a los primeros 5 meses posparto.
El ganado tiene la capacidad de mantener el pH (medida de la acidez o basicidad de una solución) ruminal dentro de un rango fisiológico de aproximadamente 5,5 a 7,0. Esto se logra mediante la regulación del consumo, la producción de saliva -la cual contiene sustancias buffers como el bicarbonato- y la absorción de los productos ácidos (principalmente los ácidos grasos volátiles [AGV] y, en menor medida, el ácido láctico [AL]) provenientes de la fermentación microbiana del alimento.
Sin embargo, cuando el grado de acidez ruminal inducido por la fermentación de los carbohidratos rápidamente fermentecibles (CRF) supera la capacidad de los mecanismos reguladores, el pH ruminal cae drásticamente por debajo de 5,5, -el valor más bajo dentro del rango de variación fisiológicalo cual induce a AR.
La severidad de la AR está determinada por la magnitud de la caída del pH. En este sentido, la acidosis en el ganado puede ser aguda (pH < 5,0) o subaguda (5,0 ≤ pH < 5,5), esta última se conoce también como AR subclínica. Sin embargo, esta denominación no sería apropiada debido a que el ganado afectado por AR subaguda (ARSA) también presenta signos clínicos, aunque muchos de los mismos aparecen varias semanas o meses después de ocurrido el episodio de AR. No obstante, es importante tener en cuenta que en un rodeo determinado existen diferencias de susceptibilidad a la ARSA, lo que significa que la respuesta a un mismo grado de acidez ruminal puede variar entre los animales.
Durante el transcurso del día, el pH ruminal varía considerablemente. Esta variación es producida, principalmente, por la cantidad de CRF en la dieta. Cambios del pH de entre 0,5 a 1 unidad ocurren comúnmente a lo largo del día.
No obstante, actualmente es reconocido que la AR depende más del tiempo en que el pH se mantiene por debajo de 5,5, que del valor de pH en sí mismo. En este sentido, se demostró que la ARSA ocurre cuando el pH se mantiene bajo (< 5,5) por un período igual o superior a 3 horas por día.
Aunque las dos presentaciones de AR comparten un mismo origen (alta proporción de CRF en la dieta, Figura 1), sus manifestaciones clínicas son diferentes.
En la AR aguda (ARA), un consumo excesivo de CRF resulta en una caída súbita del pH, debido mayormente al aumento rápido en la concentración de AL a nivel ruminal. En el rumen hay bacterias formadoras y utilizadoras de este ácido. El equilibrio entre estos dos grupos de bacterias determina la concentración final de AL. Brevemente, el AL es transformado a AGV que son más fácilmente absorbidos a través de las paredes del rumen. Mediante este mecanismo las bacterias ruminales buscan evitar la caída del pH. Sin embargo, en muchos casos, este mecanismo no logra compensar, el pH sigue en descenso y, consecuentemente, se inhibe el crecimiento de las bacterias utilizadoras de AL. Bajo esta situación, la tasa de producción de AL supera la de utilización, la concentración de AL se incrementa y, finalmente, el pH cae a niveles frecuentemente letales para el animal (< 5,0).
Normalmente, la ARA va acompañada de acidosis metabólica (reducción del pH sanguíneo). Los signos clínicos incluyen: cese del consumo, dolor abdominal, diarrea, deshidratación, taquicardia y tambaleo. Las vacas que sobreviven a los efectos de la ARA pueden morir debido a las complicaciones originadas a partir de infecciones micóticas y/o bacterianas del rumen.
En el caso de la ARSA, la depresión del pH ruminal es menos pronunciada, y se origina, principalmente, por la acumulación de AGV más que por la concentración de AL a nivel ruminal. Uno de los primeros signos es la disminución del consumo, lo cual repercute sobre la producción. Se estimó que en una vaca afectada por ARSA la producción de leche puede caer hasta 3 kg/día. Otra manifestación de este trastorno digestivo, es la presencia de materia fecal menos consistente, de color amarillento y brillante y de aspecto espumoso debido a la presencia de burbujas. Sin embargo, estas primeras manifestaciones clínicas son comunes a muchas enfermedades y, en muchos casos, no son detectables a simple vista, lo cual dificulta el diagnóstico temprano de la ARSA.
Las células del epitelio ruminal no están cubiertas por mucus. Por esta razón, la mucosa del rumen es vulnerable al daño químico inducido por la acidez del medio. Un bajo pH ruminal conduce a ruminitis (inflamación del rumen) y a la erosión y ulceración del epitelio ruminal. La ruminitis es el origen de los problemas de salud crónicos desarrollados por el ganado varias semanas o meses después de ocurrido el episodio de ARSA.
Esto se debe a que el rumen inflamado puede ser colonizado por bacterias ruminales que, vía vena porta, llegan al hígado donde producen abscesos. Estos abscesos hepáticos actúan como fuente de infección, pudiendo producir peritonitis y, esporádicamente, también pueden causar la muerte súbita del animal por infección y hemorragia masiva del pulmón (síndrome de la vena cava caudal).
Otro trastorno que se origina a partir de la ruminitis, es la inflamación aséptica de los tejidos de la pezuña, la cual se conoce como laminitis. Aunque se desconoce la verdadera causa de la laminitis, es generalmente aceptado que la mayor permeabilidad de las paredes inflamadas del rumen permite el pasaje a sangre de sustancias que reducen la irrigación sanguínea dentro de la pezuña.
La laminitis se asocia con deformación y sobrecrecimiento de la pezuña y con úlceras y abscesos en la suela que, finalmente, repercuten sobre la movilidad y la vida útil de la vaca lechera. Los problemas de salud crónicos indican que en algún momento de la lactancia el ganado sufrió episodios de ARSA.
Fuente: Gustavo Bretschneider, Veterinario, M.Sc., Ph.D INTA, Estación Experimental Agropecuaria Rafaela.