La QIB es una enfermedad infectocontagiosa producida por una bacteria, Moraxella bovis. Aunque, en muchos casos la enfermedad se cura fácilmente. Hay ganaderos que la conocen bien, e incluso han tenido algún animal que perdió definitivamente un ojo y otros que la han sufrido de forma benigna o incluso no la han tenido nunca en sus vacas. Estas diferencias se deben a que hay distintos factores que influyen en la aparición y el curso de la enfermedad.
Uno es la cepa de moraxella de que se trate. Esta bacteria puede tener distintos factores de virulencia como son la presencia o no de “pilis” con los que sujetarse a la córnea para no ser eliminada por las lágrimas y el parpadeo, o la producción de toxinas que destruyen la córnea o a los glóbulos blancos.
Otro factor es la inmunidad de la vaca. Cuando una explotación sufre una epidemia un año, normalmente no aparecerán casos al año siguiente por estar los animales inmunizados, por esta misma razón, las novillas son más susceptibles que las vacas.
También es importante atender la presencia conjunta de otros gérmenes junto a la moraxella. Por ejemplo, los micoplasmas o las pasterelas. También algunos virus como el IBR pueden agravar la enfermedad, e incluso algunas vacunas de IBR con el virus vivo modificado pueden hacerlo tal y como ha sido demostrado en un trabajo científico.
Finalmente, las condiciones ambientales son factores de capital importancia. Las moscas, que son las transmisoras de la enfermedad, el polvo, que favorece al irritar el ojo, y la luz solar, concretamente la radiación ultravioleta. La luz ultravioleta afecta al ojo, de tal manera que las razas que tienen los párpados oscuros son menos sensibles. Y también afecta a la moraxella pudiendo hacer que cepas poco patógenas se vuelvan agresivas.
Por todo lo anterior, se puede suponer que la enfermedad aparecerá preferentemente en el verano y el otoño, cuando hay sol, polvo y moscas. Una vez que un animal es contagiado, tras un periodo de incubación de unos tres días y excepcionalmente hasta tres semanas, aparecerán los primeros signos, una conjuntivitis con inflamación y abundante lagrimeo y el ojo cerrado. El animal puede tener unas décimas de fiebre, bajar el consumo y la producción de leche, en su caso, y busca la sombra pues tiene fotofobia.
En un par de días aparecerá un edema de córnea, la famosa “nube” que después se extenderá a todo el ojo, apareciendo éste primero azulado, y luego totalmente blanco. La córnea se úlcera desde los primeros estadios, pero esta lesión sólo puede ser diagnosticada de la misma manera que lo hace nuestro oftalmólogo, aplicando un colorante, la fluoresceína, que la tiñe de verde fosforito. Posteriormente la córnea se abombará, es lo que se llama un queratocono. Puede aparecer pus y tomar un color amarillento.
El ojo reaccionará a continuación invadiendo la córnea con nuevos vasos sanguíneos que comenzarán la cicatrización. En este estadio el ojo tendrá un color rosado, motivo por el que los anglosajones denominan a esta enfermedad “pink eye”, ojo rosa . Una vez reparada la úlcera, todo irá volviendo a su ser en el plazo de unas semanas.
Aunque la mayor parte de los casos se curan totalmente, alrededor de un 2% sufrirán la presencia de una opacidad corneal blanquecina permanente, un leucoma, que no tiene mayor importancia, pues los animales pueden ver. En casos excepcionales, la úlcera se perfora y se producirán infecciones internas del globo ocular, con salida de su contenido que dará como consecuencia la ceguera de ese ojo.
Desde un punto de vista productivo, la pérdida de un ojo no es algo grave, y menos aún la presencia de una “nube”, pero si lo es en animales destinados a la venta o exposición. Las pérdidas originadas por la QIB vienen dadas aparte de lo anteriormente dicho, por la pérdida de producción temporal que implica la enfermedad. Así mismo también se trata de un problema de bienestar animal y por ello, tanto su curación como la reducción de la lesión reporta sin duda beneficios económicos para la granja.
Diagnóstico diferencial
Hay otras enfermedades que pueden producir conjuntivitis y queratitis, como la fiebre catarral maligna o la fotosensibilización, pero la causa más común, después de la QIB es, en los animales que pastan, la presencia de cuerpos extraños clavados en el ojo, y muy especialmente espiguillas.
Tratamiento
La enfermedad se cura en muchos casos sola y este es el motivo por el que “funcionaban” en un alto porcentaje, todos los tratamientos, por variopintos o incluso contraproducentes que pudieran ser.
Pero un tratamiento adecuado va a reducir el número de días que el animal está enfermo, la gravedad de la enfermedad y también las posibles complicaciones. Por otro lado, el tratamiento es una cuestión de ética, de bienestar animal y en cualquier caso interesante desde el punto de vista económico.
Existen tres tipos de tratamientos: los locales o tópicos, los parenterales o inyectables y los subconjuntivales.
Muchos antibióticos y sulfamidas parecen ser eficaces para curar esta enfermedad, pero solamente hay un trabajo científico que demuestra que dos dosis de cloxacilina separadas 72 horas y aplicada en el ojo, es efectiva. La bacteria es resistente a la eritromicina, la tilosina y la lincomicina.
De cualquier manera, los antibióticos en el ojo siempre deben ser aplicados en forma de pomada oleosa, ya que persistirá mucho más que las formas líquidas. Lo que nunca deberemos hacer es aplicar polvos ya que son muy irritantes y podrían agravar las úlceras.
Los tratamientos parenterales, son más caros, pero son más seguros y están más indicados en aquellos casos en que no es posible sujetar o tratar diariamente a los animales, como sucede con las novillas que están libres en prados. Los tratamientos con antibióticos de larga acción y de preferencia en inyección subcutánea son los ideales. Existen trabajos que demuestran la eficacia del florfenicol, tilmicosin y oxitetraciclina de larga acción.
Finalmente, también se puede aplicar el tratamiento antibiótico mediante inyección subconjuntival, que consiste en la aplicación del medicamento debajo de la conjuntiva bulbar, para que nos entendamos, en el blanco del ojo. Esta técnica no está exenta de riesgos y hay un trabajo que demuestra que tiene peores resultados que la simple inyección parenteral. Por otro lado, los casos más graves con úlceras perforadas se benefician de técnicas quirúrgicas consistentes en el cierre temporal de los párpados por medio de suturas.
Fuente: Revista Frisona Nº172, pág. 94-96. Por Juan Vicente González Martín.