Es época de pariciones: ¡no se olvide del calcio!

Es bien sabido la importancia del calcio en la producción de leche, especialmente durante el periparto. Desde hace décadas los tamberos conocen, y padecen, los efectos de la hipocalcemia clínica en sus vacas.

Pariciones que desembocan en vacas caídas, 1% a 15% o más, algunas de las cuales se recuperan y otras que nunca volverán a ponerse de pie, con destino de fosa común. Se ha escrito mucho acerca de esta problemática. Estas breves líneas solo apuntan a echar luz, de manera muy sencilla, aun problema complejo, pero con soluciones simples. La vaca lechera moderna tiene un gran desafío metabólico en la etapa de transición, esa que va desde el preparto hasta los treinta o cuarenta días de lactancia, parto de por medio. Energía, proteína, balance mineral, vitaminas, antioxidantes.

El objetivo es centrarnos en el calcio y su primo hermano, metabólicamente hablando, el magnesio. Escasos días antes del parto la secreción de calostro comienza a erogar calcio de la sangre, “va calentando motores”. A partir de allí, la producción de leche dispara rápidamente la demanda de calcio sanguíneo a niveles 4 o 5 veces superiores a la previa al parto. Y aquí comienza el gran desafío y los potenciales problemas para nuestra socia.

La reserva de calcio circulante en sangre es muy escasa, apenas gramos. Y el origen de ese calcio sanguíneo es principalmente el tejido óseo y la dieta. Repentinamente, luego del parto, la ubre comienza a extraer una cantidad enorme, y creciente, de calcio sanguíneo, que debe ser repuesto con la misma velocidad.

Dado que el consumo está muy deprimido alrededor del parto, la respuesta debe venir desde el hueso, con una velocidad y una sincronización de relojería. Caso contrario nuestra vaca se afecta, clínica o sub[1]clínicamente. Esta última, invisible, pero de gran impacto económico. Por cada hipocalcemia clínica existen 7-8 casos subclínicos, generando enormes pérdidas a través de sus consecuencias (producción, mastitis, metritis, cetosis, torsión de abomaso, menor fertilidad y otras). La “largada” de la vaca será exitosa, en tanto y en cuanto, la “inyección” de calcio desde el hueso sea rápida y suficiente para abastecer el “motor” de la ubre.

El desafío nutricional

El gran desafío nutricional es lograr que los huesos de nuestra socia estén “preparados” para entregar esas cantidades “extras” en el tiempo requerido. El mecanismo homeostático es muy fino, incluye un tándem de hormonas, minerales y vitaminas, y es extremadamente sensible a las variaciones de calcemia. Una mínima caída activará inmediatamente la liberación de parathormona (PTH), hormona movilizadora de calcio óseo, que actuará “extrayéndole” calcio hacia la sangre. Esta hormona necesita de la colaboración del magnesio y de la vitamina D, quienes actúan, a manera de llaves, para abrir la cerradura cálcica del hueso y para incrementar su absorción intestinal. Este mecanismo de equilibrio le permite a la vaca “acelerar” sin que ratee el motor (hipocalcemia subclínica) o peor aún, sin que se detenga (vaca caída).

En las dietas de preparto existen dos estrategias clásicas para abordar la prevención de la hipocalcemia: el clásico abordaje con dietas bajas en calcio, que disparan respuesta de movilización por mecanismos de equilibrio del calcio; y la alternativa propuesta en las últimas décadas, las dietas aniónicas.

La primera estrategia, dietas bajas en calcio, funciona adecuadamente bajo ciertas condiciones, no siempre fáciles de cumplir con nuestras habituales dietas. En primer término, los niveles de calcio en la dieta no son lo suficientemente bajos para estimular la resorción ósea. En segundo término, nuestros forrajes suelen ser elevados en potasio (K). Su exceso produce una leve alcalinización de la sangre que modifica la cerradura cálcica del hueso que no responde así a la PTH. De esta manera, el hueso no puede entregar la enorme cantidad que demanda la ubre en estas primeras etapas de la lactancia. El fósforo (P), en exceso (>0.27% MS), en esta etapa de preparto, actúa también como antagonista del mecanismo natural de equilibrio del calcio. Nuestros forrajes suelen contener niveles elevados de potasio.

Por lo tanto, en condiciones habituales de alimentación, es bastante común que las dietas preparto tengan excesos de potasio, lo que atenta contra el éxito del uso de dietas usualmente no tan bajas en calcio. Tanto más cuanto mayor sea el potencial genético de nuestra vaca y la fuerza con que apretemos el acelerador luego del parto.

La segunda estrategia, las dietas aniónicas, encara el problema desde otro ángulo, enfrentando el problema del exceso de potasio y sodio. La acidificación leve de la sangre (acidosis compensada) funciona en el sentido inverso, generando una respuesta metabólica que estimula la reabsorción de calcio del hueso por acción de la parathormona, aumenta su absorción intestinal vía vitamina D, e incrementa la eliminación renal de calcio. Se genera una “circulación continua de calcio”, que mantiene la calcemia a raya, a través de un hueso “blando y ágil”, a la espera del incremento de los requerimientos de calcio en el inicio de la lactancia.

Para ser gráficos, esta estrategia asemeja, en la vaca, el caso de una intensa pretemporada en un deportista de alta competencia, tan necesaria para poder rendir plenamente y sin lesionarse durante la temporada. La cantidad de aniones acidificantes a suministrar (cloruros y sulfatos) dependerá de cuantos cationes alcalinizantes (potasio y sodio) haya en la dieta, resultando así un balance entre ambos (DCAD= diferencia aniónica catiónica dieta). La manera práctica y sencilla de medir este balance en la sangre es a través de la medición del pH de la orina, permitiendo así el control de su efectividad y el ajuste en la dosis de sales aniónicas. La dosis adecuada de las mismas debe ubicar este pH entre 6.0 y 6.5 en vacas Holstein y 5,7-6.2 en jersey. Por debajo de los mínimos estaremos sobreacidificando a la vaca, disminuyendo sensiblemente su consumo de alimentos, y agravando así otros trastornos de la transición. Por encima de 7.0 el efecto de movilización de calcio comienza a enlentecerse rápidamente.

Esta medición deberá realizarse luego de los 4-5 días de comenzada esta estrategia y repetirse semanalmente. El periodo de uso de las sales aniónicas deberá ser de un mínimo de tres semanas. Períodos mayores a 35 días no afectan mayormente a la vaca, pero no generan beneficios adicionales encareciendo así los costos. La cantidad de vacas a muestrear como mínimo es de 8 (10 es el número ideal), independientemente del número de vacas en el rodeo preparto. A mayores niveles de potasio y sodio, mayores niveles de sales aniónicas deberán ser utilizadas, con un límite que está dado por su baja palatabilidad, que reduce el consumo de materia seca. Esta es la mayor precaución para tener en cuenta con esta estrategia. No es necesario “acidificar” a las vaquillonas ya que estas movilizan mejor el calcio del hueso, que es más joven y más “blando”. Salvo que el pH sea muy bajo (<6.0) y afecte así su consumo, no es contraproducente para ellas, pero encarece innecesariamente los costos de su alimentación. Las ventajas del uso de la estrategia aniónica es que las vacas van a producir más leche, se van a enfermar menos y se van a preñar mejor.

El uso de dietas aniónicas es una estrategia que, aplicada adecuadamente, permite un exitoso abordaje de la hipocalcemia, tanto clínica como subclínica, mejorando así la rentabilidad del negocio. Hay varias consideraciones técnicas que debemos tener en cuenta con esta estrategia, y su nutricionista es la persona adecuada para poder formularla adecuadamente.

Si Ud. está al frente de tambos donde las retenciones de placenta, las torsiones de abomaso, las metritis, las mastitis ambientales, la tasa de mortandad, la tasa de reemplazo, la fertilidad, son un problema, no se olvide del calcio. Quizás sea uno de los grandes problemas, aunque usted no lo vea. La solución es muchísimo más barata que las consecuencias

Por el médico veterinario Juan María Baeck, experto en nutrición y salud animal

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