¿Estamos perdiendo las ventajas que brinda trabajar en conjunto?

Cuando se trata del tambo, hay mucho de qué ocuparse, porque todos los días pasan cosas, a veces en las horas más insólitas, sin domingo ni feriado que valga. Pasan. Y hay que solucionarlas rápido porque ya falta menos para el próximo ordeñe, y no hay forma de demorar las cosas. La opinión del Ing. Agr. Félix Fares

En Argentina hay tambos de todos los tamaños, en los que las novedades se suceden sin descanso, independientemente de la cantidad de vacas.

Para agregar, los tamberos saben que mes tras mes, sin descanso, hay que estar peleando el precio de la leche porque de lo contrario, no van a conseguir un valor por lo menos parecido a lo que necesitarían para estar tranquilos, por lo menos por un tiempo.

La combinación es entonces, por momentos, cuando todo se combina en contra, en una especia de tormenta perfecta de la que parece que no se va a poder salir.

La gran pregunta

Hay algo que siempre me ha llamado la atención, y en lo que el tambo no es la excepción, sino que se repite en otras actividades agropecuarias: hay una tendencia a que cada productor prefiera hacer las cosas por su cuenta en lugar de pensar siquiera en la posibilidad de integrarse con otros.

Integrarse significa varias cosas: por un lado, hacerlo para poder sumar un volumen de leche suficiente que les permita negociar mejores condiciones de precio con las usinas. Y si bien eso resulta una gran ayuda a prácticamente todos los tambos, al margen de su volumen, puede ser especialmente ventajoso cuanto menor es la producción del tambo.

Pero eso no es todo porque además de permitirles correr con ventaja en la parte de los ingresos por la venta de su leche, los favorecería además en la otra cara de la moneda, la de los egresos. Y eso puede estar referido a la compra de un gran abanico de productos y servicios: desde la picada del silo pasando por la siembra de pasturas si de labores contratadas se trata; incluyendo además a los agroquímicos, semillas y fertilizantes para los diferentes cultivos. A eso se puede sumar los repuestos para los tractores, mixers, mantenimiento del equipo de ordeñe, mantenimiento de instalaciones. Y hasta pensar en la compra conjunta de maquinaria. Por si eso fuera poco, hay otro rubro, fundamental, que es de la alimentación, comprendiendo a los diferentes suplementos. Y la lista no termina ahí.

Se suma a la lista además lo referido a la parte de sanidad, tanto en los productos como en los honorarios veterinarios.

Todo suma, y el lema de que “la unión hace la fuerza” cobra  una especial vigencia en esta instancia.

Sería la forma en que, por ejemplo, varios tambos “chicos” pasen a ser “un tambo mediano”, e incluso grande, fruto de su unión!

Barajando cifras

¿Y de cuánto estaríamos hablando? podría alguien preguntarse a esta altura. Es decir, ¿cuál sería la mejora a esperar en el resultado de la empresa en caso de decidir emprender en forma conjunta, no digo todas, pero por lo menos alguna de estas iniciativas?

Es un buena pregunta. Pero para responderla no hay recetas ni resultados garantizados sino que depende de varios factores que entran a jugar. En la parte de ingresos, desde, por ejemplo, el volumen de leche que puedan reunir los tambos que decidan unirse para negociar en conjunto la venta, la mayor o menor heterogeneidad en la calidad de leche entregada, el tiempo que puedan dedicarle al tema.

Y en la parte de egresos, de nuevo, el volumen de la compra conjunta, las condiciones de pago pactadas, los descuentos que se logren fruto de la negociación.

Pero sin duda que las ventajas estarán, tanto del lado de los ingresos como de las compras, y todo estará sumando para mejorar, pudiendo llegar a marcar una diferencia nada despreciable entre el antes y el después de la asociación encarada.

Del lado de las ventas hay ya varios los denominados usualmente “pooles de leche” funcionando, bajo diferentes formas jurídicas. Del lado de la compra de insumos, hay varios posibles caminos a considerar: desde formar una A.C.E. por ejemplo, hasta penar en un consorcio. Es quizás del lado de las compras donde hay menos mecanismos conjuntos en marcha.

Los caminos pueden ser varios: desde una unión informal entre varios productores, hasta llegar a figuras legales asociativas.

En éste último caso pueden ser las denominadas A.C.E. (Acuerdos de Cooperación Empresaria) y como Consorcios de Cooperación.

En las primeras el plazo máximo es de 10 años y se conforma con personas o empresas que son solidarias entre sí. No tiene fines de lucro., están constituidas por empresas unipersonales o sociedades con el objetivo de facilitar o desarrollar fases de una actividad y mejorar sus resultados. No implica la creación de una nueva sociedad o personería jurídica, salvo para la liquidación del IVA. No contrae obligaciones ni derechos distintos a los de sus miembros. No pueden prestar servicios a terceros. Requieren un contrato escrito inscripto en la Inspección General de Justicia, y la designación de una o más personas que dirijan y administren la agrupación. Además requiere la constitución de un fondo común operativo que se mantendrá durante la vigencia del contrato. 

Como Consorcios se trata de asociaciones económicas en las que una serie de empresas buscan desarrollar una actividad conjunta mediante la creación de una nueva sociedad. Los participantes en el consorcio se denominan concordados.  A diferencia de las A.C.E., en los consorcios no existen plazos; el instrumento legal vigente es un contrato, por lo que la solidaridad entre las partes figura en los términos del mismo.

¿Pero…y entonces?

A esta altura, cabe preguntarse qué grado de aceptación tiene esta forma conjunta de encarar el negocio, tratándose del tambo. Y no es que no haya ya emprendimientos en este sentido funcionando, porque los hay en varias cuencas lecheras.

Pero al medir su incidencia dentro del sector tambero en general, parecen ser más la excepción que la regla. Es decir que todavía queda mucho camino por recorrer.

Y uno comienza a preguntarse por qué no se han difundido en mayor medida cuando lo que pueden aportar son ventajas, sin dudas.

Puede haber varias posibles respuestas a ello. Una podría ser por una cuestión puramente cultural, es decir que excede lo económico. El hecho de que en muchos casos cada productor prefiera tomar sus propias decisiones respecto a todos esos temas a consensuar en un emprendimiento conjunto.

Otra podría ser haber pasado por malas experiencias de accionar conjunto, y eso hace que, y vale más que nunca la frase en este aspecto “el que se quemó con leche, ve la vaca y llora”. Pero tengo la impresión que no es en la mayoría de los casos, sino que eventualmente será en algún pequeño grupo nada más.

¿Será acaso por un tema de desconfianza en que no todos cumplan con lo convenido y aparezcan luego las diferencias de criterios, o los incumplimientos a la hora de hacer los pagos quizás? ¿O simplemente desconfianza ante lo desconocido?

Y en ese caso, ¿entonces mejor prevenir que curar, de modo que mejor, por las dudas abstenerse siquiera antes de intentarlo?

¿Será que por una cuestión meramente de tradición, la decisión es seguir haciendo las cosas como las venían haciendo las generaciones pasadas, cada uno por su lado?

Estas son simplemente algunas posibles explicaciones de las posibles causas por las cuales esta iniciativa de trabajar juntos tiene pocos adherentes en nuestro país. Pero no son las únicas. Seguramente pude haber otra también.

Pero el resultado sigue siendo uno solo: se están perdiendo las ventajas que brinda trabajar en conjunto, justamente en una actividad en la que, a diferencia de la mayoría de otras producciones, no existe competencia. Porque cada productor tambero sabe que su leche podrá ser vendida a una usina, o la podrá eventualmente industrializar, como sucede en algunos casos. Pero en la producción primaria no existe el celo por la competencia entre quienes están en el mismo rubro. Y eso es algo que les da una ventaja enorme en varios sentidos, si es que se la aprovecha a fondo.

Algunos aportes

En ambos aspectos, tanto en ingresos como en egresos, cotizar en diferentes fuentes no es tarea de un rato sino que lleva tiempo, para luego analizar, comparar y finalmente decidir.

Es por eso que quienes ya están llevando a cabo estas iniciativas, en la mayoría de los casos prefieren designar a alguien, perteneciente al grupo o de lo contrario un tercero, ajeno al grupo, que se ocupe de todos esos asuntos. En el caso de la parte de venta, algunos remunerándolos mediante un porcentaje de la leche negociada, mientras que en otros lo hacen por el tiempo de dedicación que ha sido necesario.

Por supuesto que se trata de temas muy sensibles, en los cuales es fundamental la confianza entre los miembros del grupo, el compromiso de consensuar las decisiones. Y en cuanto a quienes se ocupen de la negociación tanto en el caso de los ingresos por la venta de leche como de la compras, se necesita una conducta transparente, intachable, componente fundamental para que todo tenga sustentabilidad en el tiempo.

Y por supuesto, es fundamental la total confianza que haya entre todos los miembros del grupo, sabiendo de todos van detrás de un objetivo común.

Por Ing. Agr. Félix Fares – Email: felixfares57@yahoo.com.ar

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