Falleció el «Beppe» Andruetto, un emprendedor visionario que apostó por el tambo

Víctima de una cruel enfermedad que le afectó el páncreas, falleció el 24 de octubre a las 7.00 de la mañana José "Beppe" Andruetto, un empresario de Oliva, visionario como pocos, que desarrolló diversos emprendimientos, entre ellos Don Romualdo, uno de los tambos más bellos de Argentina

Cuando un porteño o rosarino va camino hacia Córdoba por la autopista 9, a la altura de la ciudad de Oliva puede ver varios galpones con techo verde a lo lejos y a lo cerca. Son establos que con el sello de «Beppe Andruetto» se construyeron en esa zona, una de las capitales de los tambos estabulados del país. Este emprendedor con eje en la metalurgia se abocó a construir galpones de alta calidad y seguridad, e incluso se le animó a concretar uno de sus sueños: instalar un tambo en un entorno natural de mucha belleza, totalmente automatizado. Así nació Don Romualdo, un tambo de última generación con 3 robots ordeñadores que años atrás Andruetto le vendió a Martín Bono, un productor líder de la zona de Oliva que ya había estabulado sus vacas y sobresalía del resto.

La familia de Martín Bono despidió a Beppe Andruetto mediante las redes sociales con un sentido mensaje:

Beppe, que loco lindo no? Los que lo conocían van a entender esta expresión. Sentimos un dolor y tristeza muy grande, pero tranquilos de que descanses en paz…

No nos alcanzan las palabras para agradecerte la gran oportunidad que nos diste hace 4 años atrás, y seguiremos haciendo crecer este monstruo que construiste con mucho orgullo, pasión y ganas, como todo lo que hacías, sin mucho análisis, pero con una seguridad y una tenacidad admirable…

Aquí seguiremos apostando, acompañando a los tuyos y honrando tu vida.

Gracias por tu confianza, por los años compartidos y por creer en nosotros…

Y como dejaste plasmado en la placa: “A los que creyeron sin ver, a los que pusieron su ciencia y su destreza para materializar este proyecto. A los que pondrán su saber y esfuerzo para llevarlo adelante”.

Siempre en nuestro recuerdo. Andrea, Martin, Pedro, Mateo y Lucia – Familia Bono – Don Romualdo SA.

El Beppe Andruetto (izq.) junto a Martín Bono a quien le vendió Don Romualdo, en una visita a un megatambo en Chile

El Beppe Andruetto, uno de los reimpulsores de Cocinas Mágica

Una hermosa nota realizada por Walter Giannoni y publicada en La Voz del Interior el 16 de septiembre de 2012, refleja el perfil de este innovador y emprendedor.

Ocho empresarios, emprendedores de Oliva, recuperaron una tradicional fábrica de cocinas del pueblo. Ahora el objetivo es duplicar la producción y vender en todo el país.

Como en las novelas, hace unos años una de las pocas industrias del pueblo entró en una crisis fulminante. Una historia, una marca y un puñado de puestos de trabajo corrían el riesgo de desaparecer, malvendidos o liquidados. Fue entonces cuando un grupo de empresarios Pyme decidió unirse para salvar la empresa y volver a ponerla en los mercados. La fábrica de cocinas La Mágica, de Oliva, comenzó entonces a recuperar ventas y a reabrir mercados que había ocupado con buen resultado en otros tiempos. José «Beppe» Andruetto, un metalúrgico que es su actual titular, cuenta la historia.

–¿Qué sabe de cocinas?

–(Sonríe) En realidad, dos años atrás no sabía nada. Sí conocía el mundo de la chapa. Inicialmente pensaba que este rubro era parecido al mío porque el que más sabía de hierro en el grupo era yo. Pero no fue tan así, hacer cocinas es otro tipo de negocio.

–Pero la fábrica tiene décadas.

–Es de 1948 y pasó por distintas etapas y procesos. Tuvo un repunte muy bueno en la década del ’90, pero en la debacle de 2001 empezó a tener problemas hasta que en mayo de 2010 prácticamente cerró sus puertas.

–¿Quién dio aquel puntapié inicial hace 60 años?

–Un herrero de apellido Barbarriga, quien a su modo inventó una cocina a gota de querosén y buscaba gente que lo apoyara. Se asociaron dos personas de apellido Ferrari y Fioni y luego de un año necesitaban un administrativo, ahí entró Mirko Rubiolo. Con el paso de los años, Rubiolo fue comprando las partes hasta que en 1962 quedo como único dueño.

–Situación típica en las Pyme.

–Su hijo, Pablo Rubiolo, siguió aquel camino con un crecimiento lento pero importante. Atendía el mercado del noroeste y noreste del país y parte del sur. Incluso fabricaba para una tercera marca muy importante. Pero en 2001 se cayó el mercado, los clientes, que en general son negocios de electrodomésticos, debieron cerrar sus puertas y perdimos mucho capital de trabajo.

–Típico del momento.

–La fábrica había asumido compromisos en dólares que no podía pagar. Además, la importación de cocinas desde Brasil fue feroz. La Mágica llegó como pudo a 2010.

–¿Cuántas cocinas fabricaba?

–En aquella época eran 500 mensuales, después casi nada y hoy ya estamos en 800 y vamos por las 1.500 para fin del año próximo. En un momento Pablo comprendió que no podía seguir en las condiciones que venía y salió a buscar socios. Había gente que la quería comprar para desguace, otros se querían llevar la marca, algunos le apuntaban al inmueble, pero su idea era continuar con la fábrica.

–Entonces aparecieron ustedes.

–Sí, el contador de la empresa salió a buscar nuevos socios. Me habló y yo conseguí amigos, toda gente de confianza, empresarios inquietos de Oliva. Acá hay que generar empleo porque en el pueblo son pocas las empresas. Esta era una de las más grandes. ¿Sabe cómo fue la primera reunión entre nosotros?

–¿Cómo…?

–Nos juntamos todos a las seis de la tarde alrededor de una mesa y a las ocho y media ya éramos socios. En dos horas resolvimos qué queríamos hacer, sin firmar ningún papel. Después hicimos las cosas.

–Con ocho socios estoy seguro de que aún no hay utilidades.

–No apostamos a eso. Invertimos capital, se ha pagado toda la deuda, cada uno de nosotros tiene su propio emprendimiento y por un tiempo lo que se gane se reinvertirá en La Mágica. Cuando la fábrica volvió a funcionar, lo hizo con dos empleados. Hoy ya son 17, más todos nosotros que apoyamos.

–Para los socios también es como un juego, ¿o me equivoco?

–Es un orgullo y un desafío. Para Oliva esta es una fábrica señera, entonces le vamos a poner todo lo que haga falta para sacarla adelante. El aporte excede lo económico, por ejemplo, Expreso Lancioni tiene camiones, pone el flete. Fiori, Lubatti y yo conocemos de producción y nos ocupamos de eso. Santillán que tiene un negocio de electrodomésticos verifica los precios en el mercado. Y así cada uno en lo suyo. Armamos el grupo y fuimos para adelante.

–¿Es sencillo seguir creciendo o se les presenta otro nudo?

–El capital de trabajo lleva un proceso más grande del que uno ve. Para aumentar la producción en 100 cocinas, hay que multiplicar por cuatro o cinco los costos de esas 100 cocinas y sostenerlos. Hoy la fábrica tiene un tratamiento empresarial más profesionalizado, no se improvisan cosas desde el punto de vista productivo.

–¿Cuál es el nicho de mercado de este producto?

–El del medio. No estamos en el escalón de abajo ni tampoco arriba. Vamos a un mercado netamente conformado que busca una cocina con muy buenas prestaciones, como horno autolimpiante, encendido eléctrico, luz en el horno y durabilidad, pero a un precio más bajo que las marcas que tienen posibilidad de hacer publicidad y marketing.

–Explíqueme algo que nunca entendí: ¿cómo se autolimpia un horno?

–El enlozado tiene la particularidad de que cuando se calienta absorbe oxígeno y ese oxígeno a altas temperaturas combustiona con la grasa desde la pared del horno. Va poniendo amarillas las salpicaduras de grasa, no los derrames, aclaro, hasta que desaparecen. Por eso cuando uno saca la comida del horno debe dejarlo andando 15 minutos al máximo para que se produzca ese proceso de autolimpiado.

–¿Qué pasó con lo comercial después de aquella debacle?

–Pablo (Rubiolo) se ocupa de volver a recuperar cada una de las zonas que la fábrica tenía y apuntarle a nuevos clientes. El objetivo son las casas de artículos del hogar y las redes de compra. Para competir hay que ser eficientes en todo, en la calidad y en lo comercial.

–Esa palabrita, «calidad», me mete ruido. ¿Qué es la calidad en este caso? ¿Que funcione y dure?

–Esto es chapa. Si uno pesa nuestra cocina anda entre los 40 y 44 kilogramos. Hay productos de la variada competencia existente en el mercado que se ubican entre 36 y 37 kilos. El mercado exige calidad, prestación y presencia, todo eso a un costo razonable. Es un precio accesible para el asalariado.

–La cocina del pueblo.

–Exactamente. Pero con muchas más prestaciones que una cocina común.

–¿Qué tamaño tiene el mercado de las cocinas en Argentina?

–El año pasado se comercializó en el país un millón de cocinas, algo monstruoso. Normalmente el mercado era de unas 700 mil. Nosotros estamos hablando de llegar a las 1.500, es decir, 15 mil por año.

–¿Tienen mercado para rato?

–Claro, ocupamos un espacio pequeño lo cual quiere decir que hay un gran espacio para crecer. Estamos rediseñando el producto para aumentar la penetración. Ahora, hoy como estamos, si abren las puertas de la importación Brasil nos vuelve a comer. Llevamos tres o cuatro años de inflación en dólares, nos encarecemos en dólares. A fines de los ’90 la cocina más cara que teníamos costaba 590 dólares, hoy está en 2.800 pesos. ¿Cuántos dólares son?

–Al cambio oficial, unos 600. Están igual que en aquel tiempo.

–El costo del flete desde Brasil puede ayudarnos también a que no entren.

–¿Usted está de acuerdo con el cierre de las importaciones?

–Ese es todo un tema. A mí me parece que en este rubro nos favorece que haya un cierto control de productos terminados. En la actividad particular de cada uno de los socios por ahí no tanto, pero en la fabricación de cocinas, sí nos ayuda. Brasil tiene empresas con enormes escalas, tema que se agrega a los propios problemas internos, como el tema de la chapa.

–Claro.

–Por ejemplo, en los salarios, necesitamos la rentabilidad de 46 cocinas para pagar un sueldo. El punto de equilibrio del negocio necesita 60 cocinas por empleado. Pero, vuelvo atrás, todavía tenemos mucho terreno para crecer.

–¿Cómo ve la economía del país en este momento?

–Hay mucha nebulosa en las reglas de juego, mueven el arco todos los días y empresarialmente a uno lo toca. Tenés que levantarte a la mañana y mirar dónde quedó el arco. Empresarialmente todavía se puede trabajar, desde el punto de vista impositivo la presión ha comido rentabilidad. Pero bueno, la característica nuestra siempre ha sido ir para adelante.

–¿La próxima campaña sojera podrá mejorar la escena?

–2013 va a ser un año bueno, este 2012 ha tenido alguna intranquilidad en el mercado que hace que la gente mire antes de invertir.

–¿Y el consumo?

–Es verdad que se frenó un poco, nosotros hemos encontrado el nicho por las características de nuestro producto. Pero necesitamos que haya consumo para que se venda.

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