En los últimos meses he estado asesorando a buenas granjas lecheras de distintas partes de España. Las visitas, patrocinadas por una multinacional láctea, tenían como objetivo ver de qué manera podíamos contribuir a mejorar la productividad de las explotaciones.
Comenzaba charlando con los propietarios y cuando les preguntaba cuáles eran sus preocupaciones, varios de ellos me contestaban: las cojeras.
No era de extrañar la contestación, ya que las cojeras son la tercera causa por la que se desechan las vacas de las explotaciones, siendo la primera el fallo reproductivo y la segunda, la mamitis.
Las pérdidas que originan las cojeras son enormes: reducción de la producción láctea y de la fertilidad, incremento del desecho involuntario, coste del podólogo y del veterinario, coste de los medicamentos y tratamientos profilácticos como los baños de patas, desecho de leche por residuos antibióticos y un montón de trabajo extra en la granja.
Se calcula que el coste medio anual para una granja de cien vacas está alrededor de los 6.000 euros, aunque como es obvio, hay granjas con poquísimos problemas podales y granjas en las que las cojeras son un calvario para el propietario y, sobre todo, para los animales.
Una vez que me indicaban su preocupación por las cojeras, les preguntaba si usaban los servicios de un podólogo. Todos me contestaban que sí. Normalmente me decían que el podólogo venía cuando le llamaban, dos, tres o cuatro veces al año, para tratar a las vacas cojas y arreglar los cascos a las que lo necesitaban. Hoy día esto nos parece completamente normal, puesto que rara es la granja a la que los podólogos no van, al menos, una vez al año.
Pero no siempre ha sido así. Los que ya somos más mayores recordamos a los antiguos casqueros de la época en las que las vacas estaban atadas en pesebre. Solían trabajar por parejas y mientras uno sujetaba la pata o la mano de la vaca, el otro, con legras y gubias, arreglaba el casco. Lo hacían de manera empírica, de forma similar a como se hacía en los caballos.
No obstante, a finales del siglo pasado las granjas se hicieron mucho más grandes, las vacas producían mucha más leche y los problemas podales se dispararon. Entonces apareció E. Toussaint Raven, un veterinario que desarrolló, en la Universidad de
Utrecht, el método holandés de arreglo funcional del casco de los bovinos y que publicó en 1985 el libro que sentó las bases de toda la podología buiátrica: “Cattle Footcare and Claw Trimming” (Cuidado del pie del ganado bovino y recorte del casco o pezuña).
A finales de los 80 y principios de los 90 empezó a desarrollarse la podología veterinaria en España de forma paralela al control de la reproducción, de la calidad de leche y de la nutrición. Sin duda, en todo ello tuvo muchísimo que ver la aparición de la Asociación Nacional de Veterinarios Especialistas en Medicina Bovina de España, ANEMBE, asociación que ahora cumple su 25 aniversario.
Centrándonos ya en una de las granjas que visité, les pregunté si tenían un programa de control de las cojeras. Me contestaron que llamaban al podólogo cuando lo necesitaban y que usaban el baño de patas. Los datos de reproducción y de mamitis estaban gestionados informáticamente y tenían registros continuos que obtenían de forma automática del programa de la sala de ordeño o los metían ellos mismos a mano. También tenían visitas quincenales o mensuales de control por parte de sus veterinarios, que se gestionaban de la misma manera. Por supuesto que tenían problemas de reproducción y de mamitis pero sentían que estaban bajo control. Sin embargo, no sucedía lo mismo con los problemas podales. Comencé el análisis del caso preguntando por los animales que iban al matadero por problemas de patas. Ese dato sí lo tenía en el ordenador de la granja y no era desproporcionado.
Pero me dijo que el problema no es que los animales fueran al matadero por cojeras gravísimas, sino que muchas estaban cojas y eso hacía que se afectaran otros aspectos de la granja como la producción, la reproducción o la mamitis. En el ordenador no tenía más información sobre las cojeras pero sí me buscó el parte de actividades de la última visita del podólogo. De algo más de 170 vacas había realizado el arreglo de los cascos a 46 animales, había puesto 5 tacos y 26 vendas. Los tacos se aplican normalmente en úlceras de cualquier tipo, de palma, de línea blanca o de la punta del dedo, conocidas todas ellas vulgarmente como aguaduras.
Las vendas son el tratamiento habitual de la dermatitis digital y sin duda, éste era el problema más importante de la granja ¡En ese momento el 15% de las vacas cojeaban por la dermatitis! Le pedí los partes de otras visitas y el número de animales tratados, pudiendo observar que los tipos de tratamiento eran semejantes. Entonces me puse las botas y la ropa de trabajo para pasar a los patios, poder ver a las vacas y así conseguir diagnosticar el problema con exactitud. Estábamos en lo cierto, se trataba de dermatitis digital.
Hablemos de la Dermatitis Digital
La dermatitis digital, también conocida como dermatitis digital papilomatosa, dermatitis peluda de los talones, verruga de los talones o talón de fresa, es una enfermedad relativamente nueva. Se describió por primera vez en Italia en 1974 por R. Cheli y C. Mortellaro en la octava Conferencia Internacional de Enfermedades del Ganado Bovino, por lo que también se la denomina enfermedad de Mortellaro. Aunque parece ser que la enfermedad se conocía con anterioridad, realmente se la prestó atención a finales de los 80 y principios de los 90, cuando nos dimos cuenta que estaba extendida por todo el mundo.
De hecho, hoy día es la enfermedad podal infecciosa más prevalente a nivel internacional.
Está producida por distintas especies de bacterias espiroquetas del género Treponema. La bacteria Treponema palidum causa la sífilis en las personas, pero las de la vaca no son zoonosis, no se transmiten al hombre. Afecta principalmente a animales lecheros estabulados de cualquier edad y tiene un coste muy importante para la granja. Una vaca que necesite ser tratada perderá en esa lactación en torno al 1,7% de su producción, atrasará la reproducción en unos 20 días y será más propensa a sufrir otros problemas podales.
También afecta a ganado en cebo, especialmente al frisón, con disminución de la ganancia media diaria. La enfermedad es infecciosa, pero la humedad, la falta de higiene y los problemas inmunitarios de las vacas son factores determinantes, favoreciendo la aparición del problema. ¡Sin humedad y sin purín, no hay enfermedad! Aparece generalmente en la piel de los talones de las extremidades posteriores, pero también se ve en cualquier otra parte de la piel del rodete coronario por encima del casco, en las extremidades anteriores e incluso en los dedos accesorios y en casos muy raros, en la piel de la ubre.
La enfermedad presenta distintos estadios con distintas lesiones, que fueron descritos por la veterinaria Dorthe Döpfer de la Universidad de Wisconsin, Madison, en Estados Unidos, y su conocimiento es fundamental para entender la enfermedad y poder afrontarla a nivel de rebaño. Se clasifica con la letra M, de Mortellaro, seguida de un número (entre 0 y 4). M0 se aplica a la piel normal, de aspecto sano y se considera que no hay enfermedad. M1 es una lesión en estadio temprano, con una úlcera superficial de menos de dos centímetros de diámetro, de color rosado y que no es dolorosa a la palpación.
M2 es la etapa clásica ulcerosa de la enfermedad, la lesión de color rojo fresa tiene un diámetro mayor de dos centímetros, sangra fácilmente y es muy dolorosa a la palpación.
En esta fase la vaca cojea de manera muy aparatosa y característica, apoyando el casco por la punta. M3 es la fase de curación después del tratamiento local, donde la lesión está cubierta por una costra oscura y ya no cojea ni le duele a la palpación. M4 es la fase crónica. La piel tiene un aspecto engrosado o verrugoso de color claro, gris o castaño, no duele y no cojea. Hay quién habla también de una fase M 4.1 cuando esa lesión crónica se reactiva. La reactivación de las lesiones crónicas es algo extremadamente frecuente. Las úlceras no penetran la piel como lo hace el pedero, por lo que no produce hinchazón, tendinitis, artritis, flemón, infección de los tejidos internos, ni fiebre. Ahora bien, sí altera el normal desarrollo del casco, acortando la lumbre y sobre todo, alargando los talones.
Cuando la vaca adopta posturas antiálgicas para intentar aliviar el dolor, cambia los aplomos y se producen úlceras podales en los otros cascos. Los casos crónicos activos también alteran el crecimiento del casco, especialmente en la zona de los talones.
Una vez diagnosticado el problema en los patios de producción, el ganadero me dijo: – Ven a ver las novillas, que también las tengo cojas.
Efectivamente, las novillas de aproximadamente un año en adelante estaban sufriendo dermatitis digital. Y aunque él no lo sabía, la enfermedad de las novillas, unido al problema higiénico era la causa de la alta prevalencia de la enfermedad en la granja. Se sabe que la vaca que adquiere la enfermedad de novilla y no se cura a tiempo, la sufrirá el resto de su vida, alternando periodos crónicos sin cojera con periodos agudos de cojera intensa.
– ¿Por eso aunque las curamos con las vendas luego vuelven a aparecer más casos? – Me preguntó el ganadero.
– Por eso mismo, le contesté yo.
– ¿Entonces no podemos hacer nada? – Me dijo de nuevo.
– Sí se puede hacer- Le dije – Pero hay que cambiar el sistema de tratamiento.
Dorthe Döpfer en 2011 comprobó mediante infecciones experimentales que los estadios iniciales de la enfermedad, en las fases M1 o M2 que lleven poco tiempo, se curan fácilmente aplicando antibióticos como la oxitetraciclina y un vendaje, sin dejar crónicos. Por el contrario, cuando hacemos lo mismo con animales crónicos M4 o crónicos reactivados M4.1, sólo conseguimos que el animal deje de cojear, pero volverán a recaer. El problema de M4 es la fase crónica. La piel tiene un aspecto engrosado o verrugoso de color claro, gris o castaño, no duele y no cojea.
La cojera contagiosa
La granja era, como ocurre en tantas otras, que sólo trataban los animales muy cojos y esos estaban en fases muy avanzadas, ya eran crónicos.
– ¿Y el baño de patas?-volvió a preguntar.
El baño de patas con sulfato de cobre o formol al 4% es útil, en aquellos lugares donde estos productos estén permitidos. En el caso de España no podemos utilizar el formol. No obstante, también pueden funcionar otros productos, pero habitualmente el problema no reside tanto en el producto sino en que los baños los hacemos demasiado cortos.
Lo ideal es poner un baño de tres metros de largo con agua limpia y a continuación otro de otros tres metros con la solución desinfectante. Pero hay que saber que el baño no cura, sólo sirve para prevenir y no lo hará al cien por cien. Lo más importante es mantener el establo limpio, seco y bien ventilado, con una buena cama para que las vacas tengan los pies secos y descansen el mayor tiempo posible.
La dermatitis digital es una enfermedad infectocontagiosa, pero el contagio sólo puede producirse si la piel del rodete coronario está reblandecida o dañada por el agua y el purín. En ocasiones la granja está muy bien, pero tiene puntos sucios. Por ejemplo alrededor de los bebederos, en zonas mal niveladas en los patios, en los pasillos que unen distintas zonas, etc. Y quizá lo más importante es la bioseguridad de la recría. En el caso de la granja de la que estamos hablando, había tres corrales seguidos de novillas de distintas edades y lindando con ellos, el corral de las vacas secas y el de preparto. Los cinco corrales se limpiaban con la misma arrobadera.
La arrobadera arrastraba la basura, y con ella los treponemas, dos veces al día de los corrales de las vacas a los de las novillas ¡Allí se producía el contagio!… A las novillas también se les debe aplicar baños de patas y también deben ser revisadas por el podólogo, pero deberían estar separadas de las vacas, idealmente hasta el segundo parto, pero separadas de verdad. Para un tratamiento eficaz de la dermatitis, el podólogo debería revisar los animales con más frecuencia, tanto para tratar con vendajes los casos en fase temprana como para hacer el arreglo corrector sistemáticamente y no, como se estaba haciendo, cuando había varias vacas cojas.
El arreglo corrector hace que la vaca pise mejor y que el casco se airee y limpie por sí solo, evitando que se macere la piel del rodete coronario y se produzca la dermatitis.
El diagnóstico de la enfermedad debemos hacerlo nosotros mismos en nuestra granja, detectando a las novillas y las vacas cojas lo antes posible y mirándolas los talones, dejando registrados los casos, con fechas y tratamientos. En la sala de ordeño se hace muy fácilmente, lavando los cascos con la manguera y observando detenidamente la piel de los dedos ayudados de una linterna. Y la buena noticia es que si tenemos a las novillas separadas de las vacas, mantenemos las patas de todos los animales secas, limpias y bien ventiladas, las ofrecemos una buena cama y diagnosticamos y tratamos los casos tempranamente, seremos capaces de mantener bajo control y sin que cause ninguna pérdida la cojera infecciosa más importante de las vacas, la dermatitis digital.
Por Juan Vicente González Martín. DVM, PhD, Dipl. ECBHM. Profesor Titular Dpto. de Medicina y Cirugía Animal, Facultad de Veterinaria, UCM – TRIALVET Asesoría e Investigación Veterinaria SL. www.trialvet.com
Publicado en Revista Frisona – ( www.revistafrisona.com )