Los hermanos Emanuel y Diego Bressan son jóvenes que inspiran. “En el 2004 yo terminaba el secundario. Mi papá nos había heredado un tambo de 20 vacas que tenía en sociedad con un tío, que nos pidió que nos hiciéramos cargo de todo. Mi hermano trabajaba en una pinturería y tenía una camioneta vieja. Yo no sabía ni manejar un tractor. Así arrancamos”, recuerda Emanuel desde su lugar en el mundo, la localidad de Sampacho, departamento de Río Cuarto, al sur de la provincia de Córdoba.
Para crecer comenzaron alquilando todo: campo, vacas, tractor… todo. “Trabajábamos y trabajábamos”, dice. “Bah, igual que ahora”, acota riéndose. “Crecimos un poco con el tambo y empezamos a contratar máquinas para hacer silo. Nos pareció una oportunidad por lo que buscamos un socio y reunimos el dinero para la primera cuota de una picadora usada. Así adquirimos la primera JAGUAR 860, gracias a la confianza y el financiamiento que nos dio un señor que era el propietario en ese momento, alentado por el representante comercial de CLAAS en nuestra zona que nos asesoró”, relata Emanuel aclarando que lo único que en sus inicios tenían era el valor del honor y el buen nombre de la familia.
Arrancaron con el picado en 2010. En la zona había muy pocos campos que hacían silaje forrajero. Comenzaron a difundir el servicio que fue creciendo a la par de que los productores comenzaron a ver los beneficios. A partir de entonces la expansión fue notable. Nuevamente el concesionario Rodagro de CLAAS les dio la posibilidad de adquirir una nueva picadora, esta vez una JAGUAR 950 cero kilómetro. Luego vinieron los tractores, los 9 camiones, las embolsadoras, otra JAGUAR 940 serie 494 y una JAGUAR 950 serie 498 que equiparon con cuatro cabezales: un ORBIS 750, dos ORBIS 600, un recolector PICK-UP 3300 y un DIRECT DISC 600. Hoy la primera JAGUAR 950 está de muleto. Tiene más de 10.000 horas de trabajo y 20.000 hectáreas. “Es una máquina espectacular -dice Emanuel-. La seguimos atesorando”.
El sueño de los hermanos Bressan se convirtió en una empresa denominada Brescam Transporte S.A. Actualmente pican alrededor de 3.500 hectáreas de maíz y sorgo y otras 500 hectáreas de pasturas, pertenecientes a unos 130 clientes que van desde Sampacho hasta el límite con la provincia de San Luis. Apenas 10 de ellos son explotaciones tamberas, abundan los feedlots y la ganadería de cría. El viejo tambo heredado ahora es estabulado y ordeña 120 vacas, que producen 3200 litros de leche por día.
Mientras relata su historia, Emanuel –que ya tiene 34 años- está viajando para encarar la segunda etapa de confección de silo de maíz para una empresa que produce biogás en Santa Catalina. Procesan maíz y estiércol para la generación de gas metano con el que fabrican energía que vuelcan a la red eléctrica de Córdoba. Para el silaje de maíz usan la JAGUAR más nueva que cuenta con un cracker –SCHREDLAGE- que les permite hacer un picado superfino, de 5 o 6 milímetros de tamaño. “La planta de gas es como el estómago de un animal. Todo lo que le echan se debe disolver para que produzca el gas. Entonces hay que picar fino para que las bacterias puedan atacar las partículas”, explica.
Emanuel y Diego entendieron que hay que aprender a diversificar para mantenerse –a ellos y a las 20 personas que emplean en forma estable durante el año-. Por eso, durante las temporadas donde la actividad del picado baja, realizan fletes o prestan servicios varios con sus camiones. “Logramos un equipo que se mantiene estable desde hace varios años”, relata y aclara que el personal trabaja a porcentaje. “A pesar de que una máquina es más grande que la otra. Juntan todo en una misma bolsa y luego dividen a igual porcentaje. Se trabaja mucho. Los dos equipos arrancan a las 5 de la mañana. A las 5.40 la máquina ya está picando en el lote y se está parando entre las 22.30 y las 23 horas. Ese ritmo va desde el 10 de febrero al 15 de mayo”, enumera.
A Emanuel le cuesta recordar con exactitud cuándo arrancaron con todo. Dice que agacharon la cabeza y no pararon más. Han sido muchos años de esfuerzo, de audacia, pero también de mucha planificación. “Aunque hemos asumido algunos riesgos, somos de pasos cortos y firmes, sin perder el control, con mucho realismo y responsabilidad. Desarrollamos una tarea compleja que implica una gran logística. La zona se ha volcado mucho al maíz de segunda y eso concentra el trabajo en poco tiempo. Hay que mantener al equipo durante todo el año. Pero tenemos una certeza y es que vamos a seguir con CLAAS. Son máquinas que andan muy bien y siempre encontramos en la empresa la confianza en la fuerza de trabajo que nos ha permitido adquirir la última tecnología en forma financiada”, concluye el joven de Sampacho que no deja de agradecer a quienes les tuvieron fe y los alentaron a ir por más.