No puede negarse que el tambo ha sido una de las actividades menos favorecidas –si es que alguna lo fue realmente- por la seguidilla de medidas intervencionistas que caracterizaron los movimientos del gobierno que terminó su gestión el último 9 de diciembre, escenario que aún no se ha revertido totalmente.
En el camino que lleva a darle pelea a los inconvenientes que soporta la actividad, resulta particularmente interesante conocer los indicadores surgidos de las gestiones lecheras CREA del último ejercicio. En esta red virtuosa conviven prácticamente todos los modelos de producción de leche que pueden hallarse en el país, lo que permite, al compararlos, elaborar diagnósticos con una gran cantidad de información útil. Para la evaluación, el equipo de técnicos del Área de Lechería de la entidad consideró no solo indicadores productivos y económicos, sino también ambientales y empresariales.
En principio, aquellas empresas que presentan gestiones de forma consistente a través de los años son incluidas en una base de datos, denominada Isotambo, la cual permite evidenciar tendencias en el transcurso de las diferentes campañas productivas. Tanto en los diez casos más destacados como entre aquellos que obtuvieron los menores MB/ha TT, la productividad por vaca o por hectárea muestra alta variabilidad. Por cierto, los que marchan a la cabeza en general se caracterizan por contar con sistemas que tienen una mayor carga animal.
Sin embargo, este parámetro, combinado con una destacada producción individual, no necesariamente es garantía de buenos márgenes brutos por hectárea. Otros factores, como el precio de venta de la leche cruda o la utilidad generada por la venta de animales, también mostraron una elevada dispersión de situaciones.
Para atrás
Considerando los últimos 18 ejercicios, se observa que si bien la relación entre el ingreso neto y el gasto directo había registrado una mejora importante en el ejercicio 2018/19, desde entonces ese indicador viene descendiendo, aunque aún no llegó al mínimo del período 2015/16.
El retroceso apuntado se debe a un empleo creciente de concentrados en las últimas campañas, y en menor medida a la mayor confección de reservas luego de tres campañas con restricciones hídricas y desastres climáticos que se extendieron por la mayor parte de las cuencas lecheras. “Se gasta cada vez más para obtener un litro de leche, pero tal dinámica no se correlaciona en el promedio de situaciones con una mejora proporcional del margen económico obtenido; necesitamos saber qué factores están limitando la eficiencia en el uso de esos recursos”, advierte el especialista en lechería Emiliano Demarchi.
Eficiencia
La necesidad de incrementar el uso de la suplementación en los sistemas pastoriles o semipastoriles, como consecuencia de la situación climática, coincidió con un aumento desproporcionado del costo de esa erogación, el cual no fue acompañado en la misma medida por el ajuste del valor de la leche cruda.
Ignacio Laulhe, asesor del CREA Tambero Mar y Sierras, considera que “un aspecto significativo es la eficiencia de uso de los concentrados, dado que los que marchan arriba en la tabla de posiciones producen más que el promedio de la muestra –y mucho más que los diez casos menos destacados– por unidad de concentrado utilizada”. Esto podría estar ligado a la infraestructura, el bienestar animal, la gestión de procesos, la capacitación y motivación del equipo de trabajo y la calidad de la ración utilizada, entre otras variables de peso dentro del esquema de producción de leche.
Fuente: Revista Chacra