Cristina Coggiola tiene una frase de cabecera: “Ser feliz es una decisión de todos los días”, y hasta la identifica en Whastapp. Pero del tambo solo venían informaciones tristes y no se trata de alguien que no la peleó. Fiel a su ADN luchó e invirtió casi hasta el final. Y se rindió, exhausta, endeudada, sin una red de protección. “Hoy se apagaron las luces, se apagaron los motores que se veían a lo lejos de otro tambo argentino. Fue iniciado por mis abuelos, luego mi papá y ahora lo seguía yo …. Recuerdo que le llevaba el mate cocido a mi papá, me gustaba curar a los terneros con el curabichera, íbamos en tractor a recorrer los lotes y así también me perdió del tractor, me caí (ja,ja,ja), y así, muchas anécdotas de familia… Se cerró una etapa de mi vida, con mucho dolor, tristeza, bronca, angustia, porque era una empresa familiar y siempre poniendo hasta lo que no teníamos”, dice en su cuenta de Instagram: @cristina_coggiola
“Ésta es la realidad de nuestra lechería hoy, dolor, tristeza y desazón”, le dice Cristina productora de la zona de Colonia Santa María, a unos 15 kilómetros al norte de la localidad de Colonia Prosperidad a un periodista de TodoLechería. Subraya que lloró cuando las últimas vacas –no sin esfuerzo- pudieron ser subidas a un camión con destino a otro tambo de la zona de Luxardo, adonde logró venderlas con precios por debajo de mercado.
“Yo me crié entre las vacas, vine al campo desde chiquita y a mi papá Norberto siempre le gustó y me alentó para que yo continuara el tambo que comenzó mi abuelo, por eso nunca quisimos dejar la actividad”, señala María Cristina, quien es propietaria de la pañalera, juguetería y anexos Tedi Showroom en el centro de San Francisco.
Los mensajes de aliento en las redes son innumerables: “Cris que tristeza leerte! Sé de tu esfuerzo y el de tu familia por llevar adelante el legado familiar y de las duras condiciones que vive el sector tambero… Seguramente la vida traerá cosas mejores! Te deseo lo mejor en lo que viene! Te lo mereces!!”, expresa una amiga. Otra dice: “Te admiro tanto! Yo vi tu lucha y la de todos por ese tambo.. !se viene algo mejor! Te amo 💕 sos un orgullo para mí y mi gran modelo a seguir”.
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El tambo El Desafío de Cristina Coggiola tenía unas 150 vacas, 20 de las cuales están secas, que producían entre 22 y 24 litros diarios de máxima calidad, en un sistema encerrado donde se le llevaba las comida a los corrales. “La gente de Corlasa que me compraba la leche, me decía que nuestra leche era de máxima calidad, pero los $103,50 de junio y los $106,50 que me pagarán por la leche de julio no me alcanzan y no es posible que una pañalera esté bancando un tambo”, subraya.
Cristina superó todo lo imaginable y más para seguir. Cerrar y vender su tambo no formaba parte de la estrategia. “Los cambios son muy duros. Ya no sonará más el teléfono, donde el banco me avise del descubierto, ya no sonará el teléfono cuando el tambero me diga a las 4 am, no me anda el motor, no tengo luz, no me funciona la electrobomba, se cayó el camión de la leche a la cuneta, y no tengo tractor, no tiene nitrógeno el tacho del semen y no sé qué paso y así muchas cosas, etc.”, expresó en su Instagram.
Agrega que “sé que fueron cuestiones externas a nosotros que no dejaron, que no permitieron que la empresa pueda crecer y que las cosas sean mejor, las cuotas de la mala suerte, la inestabilidad económica del país, nos cachetearon de todos lados. No tuvimos la fuerza económica, para poder invertir y poder hacer nuevos cambios … Hoy estamos de duelo, fue desconsolador el llanto cuando se alejaban los camiones”.
En el relato de Cristina Coggiola en las redes sociales, emerge la figura de su padre que siempre alentó la continuidad en la actividad tambera: “solo me queda agradecerles a las vaquitas mis amores, todo lo que nos dieron… Y pedirle a mi papá perdón _ porque no supe cómo manejar semejante empresa y se el dolor que tiene él, porque acá hubo mucha pasión, amor, compromiso, cansancio, noches sin dormir, inundaciones, de todo vivió mi viejo. Gracias a todos los que nos acompañaron y ayudaron en esta etapa, no siendo fácil, pusieron todo su maravilloso talento y luz propia, para sobrevivir, pero no alcanzó… Gracias y ahora a reconvertirnos. La vida nos enseña que nos podemos tropezar, pero siempre asumiendo nuevos desafíos”.
A TodoLechería le cuenta que en su comercio ya está fabricando capas para terneros porque su emprendedorismo no se detiene, y que le quedaron 110 vaquillonas para inseminar. Y que parte de su personal la ha instado a que no desarme el tambo y espere que esas vaquillonas entren a producir. “No sabés el dolor que me produce ver todo apagado, el campo vacío, el campo sin movimiento, hace cuenta que te arrancan el corazón”.
Piensa seguir con una enrrolladora prestando servicios junto a un hijo de 28 años que manejaba el parque de herramientas y está buscando comprar un tractor.
En el cierre de la charla tuvo tiempo de agradecer a su equipo de trabajo, a la ingeniera Evangelina Haedo y su veterinario Nicolas Pérez, y si bien destaca que el gobierno provincial le dio un aporte que le permitió afrontar deudas, nadie del gobierno ni de la dirigencia agropecuaria se comunicó con ella por estos días. “Por el tambo se había interesado gente de Manfrey, finalmente se lo vendí a un vecino de la zona, pero es imprescindible que los gobiernos ayuden a los productores chicos porque los tambos se van a seguir yendo”.