Muchísimo se ha escrito acerca de la etapa de transición. Comenzar por definirla ya es redundante, cosa que no haré. Ya se ha hecho a través de innumerables trabajos científicos y técnicos, publicados por doquier, en congresos y charlas. Horas y horas acumuladas de disertaciones que desgranan sus misterios.
Sin embargo, los problemas continúan presentes, castigando rodeos y limando ilusiones. Es cierto que el advenimiento de las dietas de energía controlada, bien implementadas, y el uso de sales aniónicas para prevenir hipocalcemias, sumado a un buen manejo nutricional post parto, han permitido enormes progresos en la disminución de pérdidas directas y sorprendentes niveles de producción y fertilidad.
Lamentablemente, por muchos motivos, los tambos que ostentan este estatus son los menos. Quizás el primer motivo de esto sea la falta de conciencia de la importancia de este crucial momento, y de su potencial para fundar o socavar los cimientos de la rentabilidad del tambo.
Fracasar en esta etapa equivale a generar rajaduras por donde se escurren muchos litros de producción, enormes gastos en tratamientos, eliminación de vacas en las que se invirtió demasiado, la mayoría de ellas muy jóvenes. Tambos con 10% de mortandad no ponen colorado a nadie, lamentablemente.
Y aquí cabe la siguiente reflexión. Qué actividad económica moderna soporta estos niveles de pérdida de su capital productivo? Pensemos un momento. Una empresa de transporte por ej. Imagínense al empresario “tirando”, literalmente, el 10% de sus camiones, casi nuevos y sin seguro, a la basura. Esta pregunta se la deslicé en varias oportunidades a empresarios amigos de distintos rubros. En la mayoría de los casos recibí como respuesta sonrisas socarronas, evitando una respuesta que de por si es básica y genera pudor. Ninguna industria puede soportar este nivel de pérdida de su capacidad de producción sin poner en riesgo su existencia. Sin embargo, la mayoría de nuestros tambos entierran, trato de ser prolijo, esa cantidad de vacas. Sin pudor y con resignación. Y estas muertes no son más que la punta del iceberg, la exteriorización dramática de una serie de trastornos que derivan del fracaso en la preparación de nuestra socia para el parto e inicio de lactancia.
Por qué afirmo que nuestra vaca es Messi
Permítame recurrir a una metáfora futbolera para tratar de bajar al llano lo que considero que es la esencia de este problema. Cuando pienso en nuestra vaca moderna, rápidamente viene a mi cabeza Messi. Quizás sea demasiado futbolero, pero inmediatamente pienso en el enorme talento, superior por cierto, contenido dentro de esa humanidad compacta.
Pienso en esa enorme capacidad de producir genialidades, por encima de los estándares normales que rigen nuestros designios. Y la llevo a nuestra vaca moderna, pletórica de talento productivo acaparado durante décadas y décadas de permanente mejora genética. Talento que la dotó de una capacidad de producir muy por encima de lo que su propia naturaleza le reclama. Capaz de producir, cuando se la somete a buenos cuidados, 70 o más litros por día, con la que podría criar 6 o 7 terneros al mismo tiempo, que obviamente jamás producirá en un parto.
Capaz de imprimirle a su producción la aceleración de Usaín Bolt, pasando a superar los 30 litros por día al cabo de 3 o 4 días de lactancia. Esto claramente saca a nuestra vaca del plano de lo natural para pasarla al plano de lo especial. Y lo especial requiere un trato especial. Como Messi.
Parto para la vaca, debut de campeonato para Messi. Para llegar a brillar como lo hace y poder rendir a pleno, Lio Messi requiere de un enorme esfuerzo y trabajo de preparación, su pretemporada. A semejanza, nuestra querida vaca debuta en el campeonato en el momento exacto del parto, y debe rendir al máximo, a partir de allí, para alcanzar la final, el pico de lactancia, para gritar campeón solo si alcanza los niveles máximos que su genética le asignó. Ese talento contenido en tantos genes invertidos previamente.
Y para ello, al igual que Lio, debe completar exitosamente su pretemporada. Preparar su metabolismo, a semejanza de los músculos de nuestro crack, para poder picar hacia el arco sin desgarrarse. La genética es su talento, el preparto su pretemporada, el parto su debut, y una buena alimentación posparto su carrera de partidos hacia la tan ansiada copa.
La grafica es sencilla de entender. No importa lo que ocurra en cada fibra muscular del ídolo, importa su desempeño capaz de repartir alegría en cada partido. No es relevante conocer, en el día a día, lo que ocurre en los alveolos mamarios, en los hepatocitos, en la membrana intestinal o en el tejido adiposo de nuestra socia. Eso lo dejamos para el director técnico. Importa su salud, su producción y su bienestar. Eso es lo que reparte felicidad y relaja caras en el tambo.
Pero lamentablemente, en un porcentaje importante de establecimientos, el debut de muchas de nuestras socias es a los tumbos. Vacas que se caen, que retienen placenta, que tienen torsión de abomaso, metritis, cetosis, mastitis ambientales, y otras. Créame que allí no hay sonrisas, y la frustración está a flor de piel. Muchos tamberos hacen un esfuerzo enorme en el día a día, transpiran la camiseta como pocos, invierten muchas horas de trabajo y también mucho dinero para multiplicar los resultados. Gastan como el Barcelona, pero sus vacas debutan como un equipo recién ascendido a la máxima categoría. Es frustrante, sin dudas. Para todos. A pesar de que el camino a seguir no es desconocido.
Como dije anteriormente, las dietas aniónicas de energía controlada, bien aplicadas, funcionan muy bien. Sabemos que el manual es correcto. Pero este manual está lleno de detalles, pequeños quizás, que no siempre se valoran en su justa medida. Estas dietas de energía controlada evitan, en primera medida, que la vaca acumule excedentes de grasa abdominal, muy contraproducente de cara al parto e inicio de lactancia. No me imagino a Messi debutando con pancita. Pero manejar estas dietas no es sencillo. Es como jugar al golf, ese deporte de precisión donde cada golpe debe repetirse con la misma exactitud en cada hoyo y en cada nuevo partido.
El juego del golf y las dietas de preparto
Como jugador frustrado de golf no se me ocurre mejor imagen que esta para describir lo que significa la implementación de estas dietas de preparto. La adecuada formulación es su lado más sencillo. Es la teoría. Es como leer en el libro de Tiger Woods como se construye un buen swing. Su implementación, su ejecución, eso ya forma parte del arte del juego. Volviendo a nuestra socia, esto requiere, además de buenos alimentos, equipamiento adecuado, protocolos de trabajo claros, instalaciones adecuadas, motivación y capacitación de nuestra gente. Recalco esto último. Ellos son quienes ejecutan los instrumentos, bajo la atenta mirada y coordinación del director de orquesta.
El picado de la paja, que su largo que no supere la ley del dedo gordo de la mano, con un largo máximo del dedo estirado y mínimo del dedo flexionado. Un adecuado mezclado, que requiere de una prolija carga y tiempo de mezclado.
El agregado de agua que para alcanzar la humedad exacta de la dieta que permita lograr máximos consumos, sin que las vacas dominantes seleccionen aquello que más les gusta, desbalanceando así su ingesta y la del resto. Superficie de comedero, mínima competencia, buen piso, sombra, confort, control de moscas. Agua abundante y limpia, detalle muchas veces olvidado. Mínimo estrés. Todo esto significa una buena implementación. Cada detalle va por el todo, suma y potencia o resta y anula.
De allí la necesidad de una permanente rutina de control. Lectura actitudinal de la vaca, estado corporal, bosteo, lectura del comedero, zarandeos de dietas para chequear mezclado y sobrantes, controles de pH urinarios, por citar algunos.
Un buen protocolo es necesario, día a día, repetido en forma exacta, prolija, monótona, aburrida. Ejecutar la partitura de memoria y de corrido. Eso es lo que le gusta a la vaca. Cuanto más rutinario, tranquilo, estable e invariable sea el día para la vaca, más podrá comer, dormir, descansar, estar saludable. Máxima también será su producción.
Casi lo opuesto a las rutinas y hábitos que nuestra sociedad moderna declara como principios improductivos y poco saludables. Pero nuestra vaca es así, al igual que Messi, una campeona que demanda estas atenciones para entregar todo su talento y sin lesionarse, o peor aún “retirarse” del campeonato. Las lesiones cuestan caras. Y aquí debemos ser claros y contundentes.
Lo que dice un número calla mil palabras.
La ciencia se encargó de dar por tierra, en forma inobjetable, el afilado masomenómetro de nuestra computadora manual. Desplegó, implacablemente, su batería de investigaciones en pos de medir el impacto económico de cada una de las patologías asociadas a la etapa de transición de la vaca.
No vamos a entrar en detalle. Solamente, y a fin de graficar parte de este impacto, diremos que una simple e inocente metritis de post-parto se llevará al rincón de las perdidas, el equivalente aproximado a 894 litros de leche ($17.000 a $19 por litro). O que una vaca “caída” por hipocalcemia, y que se vuelve a parar, lo cual no siempre sucede, se llevará unos 530 litros ($10.000). Pérdidas que computan leche no producida y/o descartada, costo de tratamientos, rechazos proporcionales, demoras en días de concepción, sin incluir la mortandad proporcional que cada una de ellas acarrea. Mortandad que siempre es más fácil de cuantificar por separado.
Quizás se asuste amigo lector, o peor, quizás no me crea, si le digo que la diferencia en ingresos anuales de un tambo (300 vacas en ordeño y 27 litros promedio diario), que hace las cosas bien, versus otro que no las hace tan bien, y por ende no logra una buena adaptación de sus vacas en la etapa de transición, llegue a ser del orden del 13 o 14%. O dichos en otros términos, el equivalente a 1.6 meses extra de facturación anual de leche, o a casi 3.5 litros de ingreso extra promedio por vaca ordeñe/día. Ni que hablar de crecimiento de rodeo.
El pensamiento mágico siempre tiende a tratar de anular lo que no se quiere enfrentar. “Yo no tengo problemas” dirán algunos seguramente. Pero Dios perdona siempre, el hombre a veces, la naturaleza nunca. Y allí estará ella para tomar lo que le devolvemos por malas gestiones. Claramente, no hay que hacer muchas cuentas para darse cuenta de que ahorrar en esta etapa es el peor negocio que podemos hacer en el tambo, y que cualquier inversión o “gasto” para mejorar la nutrición, confort o manejo en esta etapa, va a ser ampliamente recuperada.
Es cierto que no siempre jugamos en el Camp Nou, pero siempre se podrán hacer mejor las cosas. Lo ideal no siempre es amigo de lo factible, me dijo alguna vez gran profesor. Nuestro deber, siempre, es achicar la brecha entre ambas. Pero más allá de todo, créame, estimado amigo, nuestra vaca es Messi!
Por M.V. Juan María Baeck – Especial para TodoAgro